Haha, sí, cual titular que anuncia el término de la segunda temporada de una serie, llegó el cierre del segundo año de la carrera. Todo pasó tan rápido que es difícil creer que ya se está a la mitad del camino. No me equivoqué al escribir en el segundo post de este blog, que me encontraría con todo tipo de personas: aquellas con las que me limitaría a trabajar, con las que no tendría ninguna relación, y otras que llegarían a ser grandes camaradas.
Este último bloque estuvo caracterizado por la llegada de nuevas personas, la partida de otras, y muchas preguntas sin respuesta en la puerta. Se despertó una sensación de regocijo cuando todo parecía tan bueno; cuando se anunciaba un concurso de cartel: había emoción y expectación por igual en las aulas. Sólo había un grupo en esta ocasión, y lo digo por el acercamiento que empezó a fluctuarse entre los sobrevivientes al sexto trimestre, fuera la letra que fuera. Las semanas corrieron y nadie se dio cuenta que el curso estaba muriendo, y la permanencia de algunos se tambaleaba aún más.
Entre programas como Illustrator y Photoshop, difusores y diapositivas, la enciclopedia de la Historia del arte mexicano, plastilina, y las manos llenas de tintas y solventes, el segundo de cuatro ciclos se estaba ensanchando, y todos temíamos ser ahorcados por el rápido transcurrir del tiempo. Las piezas se movieron de tal manera, que me sorprendió el cambio que sufrieron algunas de ellas, ya que había estado errado al catalogar a «Aquellos con quienes jamás podré entablar una amistad, y también los que podrían llegar a convertirse en grandes camaradas», ya que resultó completamente lo contrario.
La sorpresa me abordó tremendamente cuando, después de una cardiaca espera, los nombres de los seleccionados para aquel concurso de cartel fueron revelados. Con mucho gusto debo aplaudir el esfuerzo de todos los que participaron, pues hay mucho talento en la carrera. Estaba contento con el resultado que había salido de algunas horas frente a la computadora y tenía algunas esperanzas, pero el competir con compañeros tan talentosos, hacía muy escasas las oportunidades de que fuera el seleccionado. Entre bromas muchos llegamos a la conclusión de que sólo escogerían a uno del salón del 6to A. El tiempo se detuvo cuando recibí un correo de la titular de la materia de Diseño, informándome que mi cartel había sido seleccionado para estar en la XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. Ese gusto se pudo equiparar con el ver mi nombre en el Boletín Espacio Diseño de la carrera, en el que hice mi aparición con un artículo sobre el arte a través del fútbol.
A lo largo de este año hubo muchas emociones, desvelos, decepciones, triunfos, y por qué no, también fracasos. Pasaron a mi lado personas que dejaron una huella imborrable: Sandra Martí, alguien que pinchó la burbuja en la que me encontré en algún momento; Agnés Goudet, una mujer que me demostró que la realidad supera la ficción; y también a Bárbara Paciorek, el parte-aguas en este camino, alguien que me tuvo paciencia y me abrió los ojos para demostrarme que mientras hay ganas se puede llegar hasta donde uno se lo proponga. Otros personajes muy aplaudibles son Abraham Kuri y Armando Rodríguez: unos maestros en toda la extensión de la palabra, preocupados y ocupados en la formación de los futuros diseñadores.
Creo que la cereza de este pastel fue un libro -el cual recomiendo demasiado- llamado «Cartel contemporáneo polaco 1945-2006», el cual me fue obsequiado humildemente por la autora del mismo: Bárbara Paciorek, gracias al inesperado desempeño que tuve. Tal vez muchos salgamos con B o MB, no se sabe si todos seguiremos juntos en el inicio de la tercera temporada de esta historia. La expectación surge a partir de las nuevas personalidades que se insertarán como profesores y compañeros. Todo esto me lleva a una conclusión, tal vez acertada o errónea -eso lo decide cada quien-: una calificación o documento no define quiénes somos realmente, en pocas palabras, la excelencia no es la perfección, sino el siempre aspirar a ella.
De ellos para mí